El cuidado de los pies es esencial para nuestra salud. Es cierto que muchos de estos cuidados pueden realizarse por uno mismo; desde el uso de calzado cómodo o un correcto aseo e hidratación de la zona. No obstante, para tener una buena salud podal no deberíamos prescindir de la visita anual a un podólogo. Estos son los profesionales especializados en el cuidado de esta zona del cuerpo. Son especialistas en la prevención, diagnóstico y tratamiento de patologías relacionadas con nuestros pies y nuestras pisadas. No hay que olvidar que nuestros pies son las extremidades que más padecen a lo largo del día. Caminamos y corremos con ellos, pero también soportan todo nuestro peso. Una buena salud podal es sinónimo de una vejez con menos problemas.
Motivos para ir al podólogo
Como comentábamos, ir al podólogo debería estar marcado como una revisión anual. No obstante, además de esa revisión, siempre se debe acudir en el momento en el que se detecten ciertas anomalías en los pies, desde lesiones accidentales, cualquier dolor sin causa aparente, durezas persistentes, coloración de uñas inusual etc.
Un podólogo se encargará, además, de realizar un estudio biomecánico de nuestra pisada ¿por qué esto es importante? Porque este estudio nos va a mostrar cómo es nuestra pisada y cómo se comporta nuestro cuerpo cuando caminamos. Este estudio sencillo puede prevenir la aparición de ciertas lesiones musculares y osteoarticulares como puedan ser la tendinitis, fascitis plantar o la sobrecarga muscular.
No hay que olvidar, además, que al realizar deporte sobrecargamos aún más esta zona del cuerpo. Tanto si queremos empezar a practicar ciertos deportes como si ya los practicamos, es importante que visitemos al podólogo para que pueda asesorarnos sobre el calzado más conveniente en la práctica de esa modalidades. Asimismo, no podemos olvidar el uso de calzado especial como las chanclas Surippa, unas chanclas de recuperación después de nuestro entrenamiento que nos proporcionarán mejor circulación, mayor cicatrización, amortiguación ante los impactos y, en definitiva, un pie más descansado para retomar nuestros ejercicios otro día.
¿Cuándo debemos acudir al podólogo?
No hay una respuesta exacta porque siempre es momento de ir. Ya en las edades más tempranas es recomendable llevar a nuestros hijos a este especialista.
Se recomienda una primera visita al podólogo con 3 o 4 años, siempre y cuando los padres no detecten posiciones extrañas en la pisada del pequeño o incluso caídas y tropiezos frecuentes.
En esta primera visita, el podólogo informará a los padres de cuáles son los patrones de marcha normales, algo esencial para poder observar los primeros pasos del pequeño.
En estas edades los huesos del pié ya se han formado, por lo que es importantísimo una monitorización y exploración para ver si todo es correcto.
Los especialistas también recomiendan una visita en torno a los 8 o 9 años de edad. El motivo es que en estas edades los niños ya comienzan a adquirir un patrón de marcha similar al de los adultos.
La adolescencia también debe ser monitorizada por un podólogo; y es que es justo en este momento cuando nos encontramos con una revolución hormonal y con cambios importantes en el sistema musculoesquelético.
En la edad adulta también conviene marcar en nuestro calendario una visita anual, sobre todo si padecemos enfermedades como la diabetes. En estos casos, la degeneración nerviosa puede agravar ciertas lesiones en el pie. Asimismo, si padecemos cualquier alteración sistémica como reuma o artrosis, también es conveniente tener un seguimiento más frecuente.
Principales afecciones tratadas por los podólogos
Existen numerosas patologías que pueden afectar al pie. No obstante, los expertos en podología hablan de cuadros concretos y usuales. Por ejemplo, dentro de las patologías más comunes encontramos las alteraciones óseas, las alteraciones musculoesqueléticas o las dermatológicas. En otras palabras: callos, juanetes, hongos, papilomas o fascitis plantares entre otros. En estos casos, un podólogo evaluará nuestro problema, los factores que han influido en la aparición de ese cuadro y el tratamiento más efectivo.
También son muy comunes los problemas de pie cavo o plano. En estos casos, que normalmente se detectan a edades tempranas, conviene un seguimiento continuo para poder aliviar y corregir los síntomas, así como para evitar las malas posturas que pueden agravar estas patologías. En estos casos se valora la utilización de elementos ortopédicos como plantillas o calzado específico.
Seguro que conocemos a alguien que alguna vez ha padecido lo que comúnmente se conoce como “uña encarnada”. Lo cierto es que es algo habitual. Un problema que deriva del uso de calzado inadecuado, corte incorrecto de la uña o de traumatismos. Estos problemas también debe tratarlos un podólogo.
Por último, en las consultas más frecuentes encontraríamos los cuidados podales de personas con pie diabético así como las lesiones deportivas que suelen ser muy habituales en las personas que realizan deporte, manifestándose en forma de lesiones articulares, inflamaciones y otros problemas en pies y tobillos.